En el principio, antes de los
anillos de silicio, la memoria solo tenía un cerebro y no era electrónico. No
distinguíamos entre memoria R.A.M. y memoria R.O.M. ni echábamos cálculos sobre
las Ks, gigas o megas… Ni siquiera pertenecía solo a los humanos. Memoria de
pez o memoria de elefante siguen en nuestro lenguaje habitual. No está muy de
moda aludir a ella como una potencia del alma, pero la RAE todavía recoge esa
posibilidad entre las múltiples acepciones del término memoria.
Hace años que en España el debate
está muy vivo, quizá demasiado vivo. Tan vivo que ahora algunas leyes de
memoria van a ser asesinadas. Primero se produjeron asesinatos. Después,
después de un montón de años, se intenta asesinar el recuerdo.
Es muy interesante ver cómo nos posicionamos respecto a ese debate. Qué memorias nos interesan más y menos. Por eso el titular de esta entrada. Memorias individuales que pueden alcanzar ciertos denominadores comunes para pasar a ser memorias colectivas. Confundir más o menos interesadamente Historia y memoria. Seguro que no está escrita la última palabra sobre el asunto. De momento, alguna persona tremendamente conocida, no necesariamente por haber dado prueba de mucho conocimiento científico, pongamos que hablo de Esperanza Aguirre, ha recibido un varapalo de uno de los historiadores españoles actuales de mayor prestigio. Julián Casanova admite que es posible revisar el conocimiento histórico –muy poco discutido en la ciencia prehistórica, cada día se pueden encontrar pruebas que desmonten lo que se conocía de ese pasado remoto hasta ese momento- pero no la revisión política de ese pasado histórico, como acaban de hacer en Valencia. O en documentales sobre la conquista de América ,con estrenos de tanto postín como para que acuda el rey.
El conocimiento histórico, académico,
no compara los hechos de octubre de 1934, controlados con mano muy dura y
juzgados por el gobierno de la República, con el golpe de estado franquista
que, al no triunfar totalmente en julio de 1936, abrió un conflicto armado de
casi tres años entre leales y rebeldes. Primera
víctima: La lengua. Durante años los
rebeldes juzgaron y condenaron a los leales por “auxilio a la rebelión”. Otro
guión que no siempre se destaca en toda su importancia: La intervención exterior
en la guerra y la farsa de la no intervención…
También muy recientemente, en dos
actos en Cantabria el lunes y martes pasados, el escritor Alfons Cervera, autor de una serie de novelas con base en la
memoria democrática, expresaba con claridad que quienes retuercen el pasado es
por miedo al presente. Al pasado no lo tiene miedo nadie. Porque ya pasó. Es el
miedo a que en el presente alguien les
robe la cartera, -pongamos la ultraderecha- el que hace que políticos de
derechas no se atrevan a romper con la herencia antidemocrática. Es una fase
infantil como del caca-culo-pedo-pis.
Alguno se acaba de asomar al abismo, en 2024, y sin creérselo demasiado ha
dicho: “El franquismo fue una dictadura, lo dice la RAE”. A continuación y por
lo bajini: “Uy, lo que he dicho”
Faltaba completar el titular. Y sí, la memoria es doble. Se puede fustigar a la derecha por no reconocer las verdades del barquero sobre el franquismo y a la vez tratar de eludir la calificación que la banda armada ETA se trabajó a pulso durante más de medio siglo, especialmente después de diciembre de 1978. Y hay dirigentes de Bildu que todavía no han superado la fase infantil. Les importa menos hacer el ridículo personalmente que enfrentarse a los sectores más intransigentes de su propio conglomerado. Incluso arriesgando las buenas perspectivas electorales que tenía el nuevo Bildu, más social que soberanista. Claro que se puede aplicar la lupa y decir que una parte de Bildu, la que encarna Sortu, heredera directa de Herri Batasuna…. Pero es un poco bla, bla y más bla. Les corresponde a quienes –dentro de Bildu- no tuvieron nada que ver con ETA ni con su brazo político, decir “terrorismo”. Fue terrorismo. Matar, en un contexto democrático, al adversario, por razones supuestamente políticas, no es de recibo. Y queda camino por andar.
Empezar con el propósito de no
distinguir entre víctimas y de no utilizarlas políticamente. Las víctimas
siempre, siempre, siempre por delante. Las del tiro en la nuca o el coche-bomba
y las del pelotón de fusilamiento y el garrote vil, sin juicio o con juicios
sin garantías. Parece sencillo y no lo es. Así seguimos.
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