Ahora vendrá la escandalera si
finalmente Pedro Sánchez logra lo
que parece que no logrará Núñez Feijóo.
Quienes proclaman su amor día sí y día también por la Constitución del 78, se
supone que también por su título VIII, no habrán olvidado que la misma habla de
las nacionalidades y regiones que componen el reino. Que alguna diferencia
habrá entre ellas. Que entre ellas, dos: Catalunya y Euskadi tienen un
porcentaje apreciable de su población que no encuentra cómodo el traje
constitucional y propone arreglos, algunos incluso prefieren despedirse y
hacerse otro traje. Además tenemos reconocido en esa Ley Fundamental el régimen
foral navarro y derechos históricos traducidos en ventajas fiscales para las
tres provincias vascas. Un poco con calzador, ya que el Estatuto gallego no
entró en vigor en el tiempo de la República, y sin un porcentaje significativo
de su población que se reclame del soberanismo, encontramos el caso de Galicia.
Y, por haber encontrado la vía de acceso a la autonomía por el mismo artículo
-151- que las otras tres, Andalucía. Y ya está su gobierno reclamando lo mismo
que consigan las otras. A ver, que no queremos conceder nada, pero si hay para
las otras…
Por la vía de las lenguas que se
hablan en el territorio español, puede venir otro frente. Si se solicita
formalmente a la Unión Europea que otras tres lenguas acompañen al castellano
en las instituciones comunes…Cuántas más vendrán detrás con la misma petición.
Hay otras oficiales en sus regiones: Aragón, Asturias… La aspiración federal
–medicina tradicional para algunos de estos desajustes- no calma el conflicto.
La confederal podría soliviantar a los propios federales… ¿Habrá que inventar
otra fórmula de articulación para encajarnos de una vez?
Como sin darnos importancia y
falsificando la Historia, llevamos ya tres siglos de España moderna, de España
a secas pues antes de la modernidad no había una España en singular, y a esa
modernidad se accedió con los decretos de la Nueva Planta. Con el 11 de
septiembre a la vista no parece superfluo recordarlo. Si no se puede tratar
todo esto, hay una profesión que tiene que reinventarse: La de nuestros
representantes. No puedo citar el autor o autora pues no lo recuerdo. Me pasa a
veces con lo que escucho en la radio. Pero alguien se ha hecho más o menos esta
pregunta hace pocos días: ¿Frankenstein
es el posible gobierno PSOE-Sumar, más los apoyos parlamentarios necesarios o la
propia España? Quienes quieren una España de uniforme no parece que tienen la
mayoría necesaria. Menos mal.
A una semana del cincuentenario del golpe de Pinochet en Chile, está muy bien que una película, del chileno Larraín, presentada estos días en Venecia, ironice con el general traidor como vampiro que sigue chupando la sangre a los chilenos. Tengo grabada la imagen de ese general traidor en el entierro de otro general traidor, en Madrid, en noviembre de 1975. La capa de su uniforme podía haber sido la del conde Drácula muy tranquilamente. El conde es el título de la película. De ese entierro hará 48 años en noviembre. Dos meses antes se ejecutaron en España las últimas condenas a muerte. Este año, ese aniversario vendrá envuelto en el debate de investidura del candidato popular…
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