domingo, 14 de julio de 2019

Leópolis (Mitteleuropa II)


El Intercity resulta tener la apariencia de los antiguos expresos nocturnos de la Península Ibérica,  aunque los seis asientos por compartimento en su tiempo por aquí, correspondían a la primera clase. La llanura húngara y las pocas paradas hacen que la velocidad media sea considerable. Al atardecer el horizonte se va ondulando. Las estribaciones de los Cárpatos anuncian Eslovaquia.

Al llegar a la estación de Kosice dos noticias, una buena: La taquilla de venta anticipada está abierta aunque pasan unos minutos de las 10 de la noche, y una mala: No hay billetes para el tren a Leópolis del día siguiente. Taxi al hotel en euros, pocos. Consulta rápida a las posibilidades de recuperar el plan inicial que habíamos abandonado al cambiar Debrecen por Kosice como parada intermedia. Autobús. A las 9 a Cracovia donde es más fácil el enlace.

Casi cuatro horas en bus cómodo, con alguna parada y una entrada en Polonia por las montañas del sur, un paisaje extraordinario y Krynika-Zdroj en el camino, una estación de invierno que en pleno verano tiene muchísimo ambiente en unos  Cárpatos  espléndidos. En Cracovia tenemos el tiempo suficiente para encontrar billetes de ida y vuelta a Leópolis y para almorzar en las cercanías de la estación. El calor de Budapest se ha terminado. El tiempo es bueno, soleado y fresco. El mejor para viajar.

A qué vamos a una ciudad que tiene tantos nombres diferentes y que está a más de 3.000 km de casa y de la que hace un año y medio no habíamos escuchado nada? A cumplir con una especie de flechazo surgido de la lectura de un relato que es mucho más que una novela. En esa ciudad nació León, el abuelo de Philippe Sands, autor de Calle Este-Oeste, y con esa ciudad que yo podía haber identificado como Lemberg, se relacionan personajes históricos dispares como dos de los juristas fundamentales en el juicio de Nüremberg contra los dirigentes nazis, que salvaron sus vidas porque huyeron a tiempo, y el propio gobernador nazi de la zona, uno de los acusados en el proceso citado.

La frontera entre Polonia y Ucrania es pesada, el autobús, de un lujo muy considerable, que hace el trayecto de más de 300 km por unos 10€, tiene en su horario una estimación de más de dos horas para los trámites fronterizos. La vuelta, la entrada en la Unión Europea, es peor. La policía polaca encuentra irregularidades en los visados de dos jóvenes y allí se quedan. Esa zona de Europa tiene una Historia tan complicada que probablemente se podría suspirar por no haber desmantelado el Imperio Austro-húngaro. De hecho, ese pasado austriaco está presente en todas las ciudades que hemos visitado.

El diferencial ucraniano está al desnudo: Frontera con la Unión Europea, ve de cerca las ventajas de la pertenencia, pero no las disfruta. Una ciudad declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad hace ya 20 años, debería disponer al menos de más pintura para sus hermosas fachadas, tener más presentables sus medios públicos de transporte, incluso muchos de sus taxis reclaman a voces la renovación. Y la ciudad es muy bella. Y algunos de sus edificios impresionan.

Impresionan, tanto o más, las muestras del nacionalismo, el empacho de banderas, los souvenirs antirrusos (papel higiénico con el rostro de Putin) Seguramente tienen muchas razones, al menos tantas como los héroes víctimas de la guerra inacabada que lucen sus fotos en posters en la iglesia de los Jesuítas… y Crimea… y la preocupación que, al menos desde la guerra de los Balcanes, podemos tener por esta otra parte de Europa. El nacionalismo es una enfermedad que no conoce vacuna, al menos de momento.

Y admite toda la frivolidad que se quiera añadir. Imposible no recordar al sujeto que comía en Budapest en la mesa de al lado, con una camiseta que reproducía la bandera catalana estelada y su acento rioplatense…Supongo que no se le habrá ocurrido, nunca, la posibilidad de que Salta o Santa Cruz, o cualquiera de las 23 provincias, lleguen un día a no formar parte de la República Argentina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario