En el final de mi infancia sonaba mucho el término
contubernio, unido a la ciudad alemana de Munich. Me enteré más tarde del
significado profundo de lo que el franquismo denominó contubernio de Munich. El
movimiento europeo sigue existiendo aunque yo creo que muy lánguido. Las cosas
de la construcción de la Unión llevan un ritmo y un rumbo muy poco apto para
alegrías. El movimiento europeo ha protagonizado unas jornadas en la UIMP y he
asistido a la sesión de clausura del pasado viernes.
Mi primera sorpresa, válida para la evaluación del
paréntesis/abismo entre el común de la ciudadanía y los políticos europeos y el
anillo de fans que trabajan en el tema, es
el cuestionamiento del déficit democrático que muchos ciudadanos
apreciamos en el proceso de la construcción europea. La denominada Constitución
europea, que no lo es y el hecho de que la división de poderes no se parezca
mucho a la de los estados miembros, no parece relevante a los ojos de quienes
están enamorados, o comen, de los presupuestos europeos, que ciertamente son
bastante ricos.
Del panel de ponentes me veo obligado a destacar a dos. El
diputado regional de Ciudadanos, Rubén Gómez,
demostró una rara habilidad, por encima de la media –ya muy alta- del colectivo
de políticos profesionales. Hablar y hablar y no decir mucho tiene mérito. Y si
te marchas antes de que nadie te pueda preguntar por lo que has dicho, la faena
es muy completa. El representante de Paneuropa-España pudo superar en insipidez
al portavoz de Ciudadanos y además se alargó como nadie.
Enrique Barón, ex presidente del Parlamento
europeo, triunfó con una alegoría del colesterol, el bueno y el malo. El día
que aparezca un colesterol feo, el señor Barón le hará sombra a Sergio Leone pero descifrar algo de
interés sobre el presente y futuro de la Unión no parece que esté al alcance
del prócer socialista.
Y el más fascinante: Eugenio
Nasarre, condecorado al final del acto, vicepresidente del Movimiento
Europeo, con un curriculum amplio de ocupación de cargos políticos de segunda
línea, los que cortan el bacalao, los subsecres… con una línea de vida política
involucionista, desde la Izquierda Democrática de 1977 a las posiciones más
duras del PP en Educación y relaciones con la Iglesia, por ejemplo y patrono de
la Fundación del PP Humanismo y Democracia. Ha sido diputado popular durante
cuatro legislaturas y nos hizo su gran pregunta, ya en el jardín, en el
piscolabis final: Queremos eliminar las fronteras? (Los que charlábamos con la
representante de Pasaje Seguro Cantabria, Patricia
Manrique)
Respuesta rotunda: No. Y, fundamental, dejen de confundir. No hay invasores africanos
en la puerta de Europa. Los datos
oficiales del INE revelan que en los últimos diez años la población de origen
subsahariano residente en España ha aumentado en menos de 2000 personas. Es
cierto que han llegado más de medio millón, una media de 50.000 por año, pero
es igual de cierto que otros tantos se han marchado y el saldo es ese:
doscientos por año. No parece muy dramático. El miedo real a mí me llega del
este de Alemania. Chemnitz se llamaba Karl Marx Stadt hasta hace 30 años. Nada
parece muy permanente.
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