Hoy se celebra la festividad del hijo de Santa Mónica. Me lo sé sin mirar la
wikipedia. Durante cuatro años de mi vida fui alumno del colegio San Agustín de
nuestra ciudad. Me han quedado cosas. Otras he procurado olvidarlas. Como esta
fiesta nos pillaba en vacaciones de verano, se trasladaba a finales del curso. En aquella época la festividad de la madre, Mónica de Hipona, era en mayo, creo que ahora la han cambiado, y se
aprovechaba para hacer la fiesta del cole. Ojo, que se organizaba un festival
en el desaparecido Teatro Pereda. De los
cuatro colegios religiosos masculinos que había entonces, creo que el de
los Agustinos era el más modesto. No recuerdo salón de actos en la plaza del
Reenganche. Después vino el traslado al Sardinero y probablemente hubo muchos
cambios.
El caso es que recientemente ha fallecido uno de aquellos
curas que me dio clase. El padre Villacorta
pudo inculcarme algún amor por la ciencia histórica- hoy, con el fallecimiento de Josep Fontana, referencia básica de esa ciencia, en el pensamiento - y también fue el único que
me puso la mano encima. Una bofetada, 1964,Twist
and shout,… todavía no conocía a los Rolling Stones,… cuya huella pervivió
lo suficiente como para que en casa a la hora de comer se apreciara todavía.
Explicaciones… ninguna censura al agresor, alguna para mí. Causa: Una protesta
mía, en voz baja, eso creía yo, por la cantidad enorme de deberes que nos
estaba poniendo aprovechando que era jueves y no teníamos clases por la tarde.
Creo que textualmente dije “y qué más?” y después la manaza de un adulto, muy
alto, sobre el rostro de un niño…
San Agustín, las dos ciudades… la yenka. Perdone el santo la
frivolidad, pero esta entrada podría haberse titulado neoyenka. En este blog se
ha hablado de neopijos y de régimen neoseñorial. La yenka original fue la
canción del verano del año siguiente a mi única bofetada en el colegio, e hizo
furor sin connotaciones políticas, en aquel momento tan difíciles por aquí. La
neoyenka se relaciona en directo con los
cambios de posición, izquierda, derecha, adelante y atrás de los partidos
políticos, de muchos de nuestros principales actores sociales. A ver, que hay mucho cambio positivo, pero si
esos cambios son muy rápidos, o sin aviso previo, marean. Pueden marear.
Después, hay otra posibilidad de que el mareo sea
irreversible. En este caso me parece que
la responsabilidad del gobierno es mucho
mayor que la de la oposición. Es cuando
además de cambiar de posición de la noche a la mañana, el empeño mayor no es
para explicar las razones del cambio. Ese empeño se dirige a negar el cambio.
Dos temas muy recientes. Sangrantes.
El caso del pleito contra el juez Llarena interpuesto en Bélgica por el expresidente catalán. No
entro ahora a valorar nada más. Ni la noticia de hoy mismo por la que la
demanda se basa en una mala traducción,
malintencionada, que hará que el pleito
se caiga sin empezar. El hecho es que el gobierno había dicho una cosa sobre el
carácter particular de las declaraciones del juez y después del fin de semana
de trabajo toledano ha dicho otra, contraria, y la ministra de Justicia no
tiene nada mejor que hacer que convencernos de que no han cambiado de posición.
Muy bien. La línea es correcta y quien quiera puede continuar para bingo.
Y el otro asunto, que personalmente me parece mucho más
doloroso. Sobre el mayor drama migratorio que se desarrolla en el planeta en
los últimos tres cuartos de siglo, nuestro gobierno, apoyado en la investidura,
de la que es verdad que no han pasado todavía cien días, por una escueta
mayoría muy plural, se permite dudas, vacilaciones y hechos contrarios, esperando
que la oposición de derechas, cada día más xenófoba, se calme y divorciándose de
las agrupaciones civiles que defienden los derechos humanos. Nada que ganar,
compañeros del gobierno, sin respeto escrupuloso al maltratado derecho
internacional. Ese derecho que hay que aplicar en las fronteras de la Unión: Ceuta y Melilla, y dentro de unos meses quizás en Gibraltar.