El palacio de El Pardo, para los de mi generación, tiene un
significado muy concreto. Hay momentos en que ese significado, antiguo, gris y
maloliente, revive. Ha sido el caso de la última semana. Una de las visitas más indecorosas que haya
podido soportar el palacio. Y tiene muchas y variadas. Supongo que yo soy muy
mal pensado pero las relaciones de nuestros reyes, padre e hijo, con la familia
real de Arabia, no serían soportables en casi ningún otro lugar del mundo
civilizado.
Me suena que hay manuales
que censuran la utilización de los condicionales, pero, podría ser que
la fortuna del rey padre, que no parece pequeña, se relacione con sus trabajos
como comisionista. Alguna de sus amantes también se ha dedicado a lo mismo. He
visto de cerca el trabajo de representantes de comercio que se ganaban la vida
a comisión, pero no es lo mismo.
No pretendo hacerme radical a mi edad. La industria militar,
desde el neolítico, ha sido vanguardia tecnológica que ha supuesto con
posterioridad avances en calidad de vida. Desde algunas aleaciones metálicas
hasta el uso terapéutico de la energía nuclear se pueden buscar ejemplos.
Algunos explosivos son necesarios en la minería o en las obras públicas…. El
problema surge cuando se vende armamento a algún indeseable, sin ninguna
seguridad sobre su uso posterior. Puede servir para masacrar población civil en
algún lugar de esos que no es fácil situar en el mapa, pero también para
atentar contra nosotros en nuestras propias ciudades. Y nos llenamos de fotos
con algunos traficantes. El jefe del gobierno babeando. Literal. Pagan bien y no
se discute que-el-que-paga-manda.
Por alguna razón que se me escapa, el mismo barco que recibe
protestas en Bilbao o Santander por su tráfico mortal, hace escalas en puertos
polacos, alemanes, belgas o franceses sin que se altere en ellos la vida
ciudadana. Claro que tampoco somos muchos los que protestamos. Pero los de
Bilbao han conseguido después de meses que ese tráfico ya no se haga en su
puerto y aquí, en muy pocas semanas, dos barcos saudíes han sido contestados lo
suficiente como para recoger más de 19.000 firmas y que el Parlamento regional
se pronuncie contra ese tráfico sin ningún voto en contra. Otra cuestión es ver
si eso sirve para algo.
Después tenemos al muy miserable señor Hernando, portavoz del grupo parlamentario popular en el Congreso.
El ataque lanzado contra las ONGs humanitarias que alzan su voz contra el
tráfico de muerte, solo destila ese olor muy parecido al citado en el primer
párrafo. Además, y eso a un señor al que un programa de radio presenta con un
relincho, no le importará mucho, la ONG que ha encabezado esa censura al
tráfico de armamento con destino a un país como Arabia, es Amnistía
Internacional. Y esa organización no recibe un euro de subvenciones públicas,
señor Hernando. Esa es la base de su credibilidad e independencia. Son las
cuotas de sus más de tres millones de socios en todo el mundo, casi 90.000 en
España, las que mantienen la organización.
El jueves pasado algunos ciudadanos sostuvimos una pancarta
durante unos minutos en el monumento que
recuerda a las víctimas de la explosión del vapor Cabo Machichaco, catástrofe
que provocó cientos de víctimas y que figura en cabeza de nuestras tragedias
contemporáneas. Un agente de policía nos filmó desde diversos ángulos. No creo
que estuviéramos cometiendo ninguna falta. No sé cuántas veces me habrá filmado
un agente de policía pero la primera está a punto de cumplir 48 años. Era el 1
de mayo de 1970 y dos agentes de paisano filmaron a todos los que salíamos de
la Iglesia de San José Obrero cuando estaba situada en lo que hoy es la boca
sur del túnel de Puertochico. No he olvidado quién vivía en El Pardo en 1970. La pancarta decía: La guerra empieza aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario