Era el titulo que se me estaba ocurriendo para esta entrada
que debería haberse publicado ayer para seguir con la regularidad. En buena
lógica la página solo iba a tener titular. El resto vacío. Pero ocurren cosas
que hacen que se cambie de opinión. Hace unos 20 años y eso quiere decir que yo
tenía poco más de 40, eso es lo único seguro, en los Campos de Sport un chaval
me llamó señor para pedirme permiso para pasar. Tardé en darme cuenta que era a
mi a quien se dirigía. Nadie, nunca, me había llamado de esa manera. Asumí,
creo que con poco coste en la parte del ego, que estaba dejando de ser joven.
Que los jóvenes me veían mayor.
Ayer ha habido una segunda etapa de la misma historia. En el
autobús municipal, hacia casa, al mediodía, día nublado, menos gente en la
playa…vehículo bastante lleno. Un chaval se dirige a mí y me cede su asiento.
Me negué. Les hice un comentario, el iba con un amigo un poco mayor, de que es
algo que está pasado de moda pero que se lo agradecía mucho y que no lo
necesitaba. Más de una vez he visto a gente muy mayor, muy necesitada de
asiento, sin que nadie les ofreciera uno. Esto es exactamente así. Y yo no me
veo así. Pero si le llevas a alguien, pongamos medio siglo, te ven necesitado
de asiento.
Y luego está algo que no sabía donde colocar y que puede ir
perfectamente aquí. El pasado sábado he asistido a una celebración familiar que
me tocaba muy de cerca. La boda de mi hijo - foto del hermano de la novia- sabía que tenía una parte de
tristeza que me había comprometido conmigo mismo a gestionar de la mejor manera
posible para que no empañara la alegría que presumía iba a dominar la fiesta
como es normal. No tuve que hacer nada. Un amigo de mi hijo me lo dio hecho.
Tras el acto más oficial, a cargo del alcalde de Santillana
del Mar, algunos amigos de los novios y una tía del novio y una amiga de la familia de la novia
hicieron lecturas un tanto dispares pero en las que se resaltaba la proximidad
entre todos los que estábamos por allí. Recuerdos de infancia y juventud, etc.
Uno de los lectores celebra su cumpleaños el 19 de octubre. Es conocedor de que
para nosotros dos, padre e hijo, y para muchos de los allí presentes, esa fecha
es muy dolorosa desde hace ya casi seis años.
Lo unió con una naturalidad, su cumpleaños y el
fallecimiento de la madre del novio, que lo que estaba latente y con lágrimas
furtivas, se derramó de una vez y tuvo el efecto benéfico de dejarlo resuelto
para el resto de la jornada. Gracias Carlos.
Gracias a todos los demás. La Naturaleza y sus padres no le dimos hermanos a mi
hijo. A cambio tiene un enorme surtido de primos y amigos entre los que es
misión imposible destacar a alguien en particular. Sois maravillosos y os
quiero lo que no estamos acostumbrados a decir. Gracias.
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