lunes, 24 de septiembre de 2012

La Merced




Además del noble afán de redimir cautivos hoy es la festa major en Barcelona, una ciudad en la que, al margen de la mía natal, es donde más jornadas he vivido y trabajado y noches he dormido y festejado, y donde nació mi único hijo. Y ahora mismo, mientras escribo, el centro de esa ciudad estará invadido por los gegants y, no puedo evitarlo, ni quiero, no deja de hacerme alguna gracia, por partes recónditas de los cuerpos humanos, que en el futuro un vuelo entre mi ciudad natal y Barcelona pueda ser considerado no solo internacional, además, fuera del espacio Schengen. 

Pero la semana viene cargadita. Mañana hay una concentración en Madrid que quiero ver como llamada de atención a los políticos, de todos los partidos, para que empiecen a entender el mensaje que la ciudadanía viene lanzando desde hace al menos dos años. Algunos pueden parecer más sordos que los que no quieren oír y ya se está viendo la víspera. En un par de párrafos señalaré algún acontecimiento local relacionado.

Pero el jueves 27, y llevo 37 años recordándolo y la tristeza me sigue llenando como entonces, se cumplirá el aniversario de las últimas ejecuciones efectuadas en España. Que fueran las últimas y que hayan pasado ya 37 años puede considerarse positivo si se contempla en detalle nuestra historia. Al margen del repudio a la pena capital, quiero entender que mayoritario en nuestra sociedad, los procesos sumarísimos que llevaron a las cinco ejecuciones del 27 de septiembre de 1975, no contaron con la menor garantía procesal. Viví de cerca en Barcelona la ejecución de Juan Paredes Manot, Txiki, y en estas fechas, todos los años desde entonces, lo recuerdo. 

Hace dos, años, quiso el azar que estrenara blog personal (6565 entradas ahora mismo) justo en esa fecha. A 48 horas de una huelga general que empezaba a mostrar el hartazgo de la población frente al tratamiento que se le daba a la crisis económica. Dos años más tarde ya se ha producido otra huelga general, en marzo pasado, pero la desesperanza gana terreno. La sensación de no saber hacia donde se navega es tremenda. La desconfianza en los mandos del buque aumenta. No será fácil evitar la catástrofe y merecería la pena intentarlo

Hace dos párrafos anunciaba éste. Se está empezando a generar un gran movimiento de repulsa en la región a una técnica de búsqueda y extracción de gas, el denominado fracking, fragmentación de la roca para liberar el gas contenido en su interior, mediante procedimientos tremendamente agresivos para el medio ambiente. Ya está prohibido en Francia y en varios estados de los Estados Unidos. Aquí alguien ha vendido ese procedimiento como un bálsamo para todos nuestros males. Y muchos políticos han picado.

Y aquí si que hay transversalidad absoluta. No se salva ni Dios como en algún poema aparentemente poco respetuoso. El gobierno anterior y el actual, de España y de Cantabria, están pringados en el asunto. Y el gobierno vasco del lendakari López y el de Castilla y León… y es por la base, por los ayuntamientos, por donde se empieza a ver una conexión entre ciudadanía y políticos.

No quiero guardarme un hecho. Hace meses, años, se despertó en Cantabria una gran movilización social contra la energía eólica por su impacto visual, básicamente. El presidente, entonces, de una asociación conservacionista a la que yo había pagado cuotas durante muchos años, se distinguió en las críticas al plan energético en nombre de su asociación y sin contar para nada con los asociados. Todavía espero el posicionamiento de esa asociación, en la que causé baja entonces, frente al fracking. No sé quien la preside ahora. El de entonces fue recompensado en mayo pasado con un puestazo muy bien pagado. 

Esa manera de hacer las cosas es la que tiene que acabar si queremos, alguna vez, salir del agujero. O los trasvases entre política activa y judicatura, en ida y vuelta, o, muy actual en Cantabria, entre gobierno y cúpula empresarial. Si hay empresarios cántabros que no voten al PP, y alguno hay, ¿cómo se le queda el cuerpo con el último fichaje de CEOE? Y eso no tiene nada que ver con la capacidad individual, que en el último caso citado está bien probada. Tengo muchas más dudas en el anterior.


lunes, 17 de septiembre de 2012

Juan sin tierra




La semana pasada olvidé mi conmemoración particular del 11 de septiembre. Durante mucho tiempo, exactamente desde que volví a Barcelona finalizado mi servicio militar –era 1973- las protestas que ese año se habían organizado en los alrededores de las Ramblas, por parte de una Assemblea de Catalunya que empezaba a ser apoyada cívicamente, no sólo por los grupos antifranquistas más duros y conspicuos, alcanzaba ya a sectores que nunca se habían manifestado públicamente contra la dictadura, pues ese año, debido a la diferencia horaria y a que yo tenía una jornada de trabajo continua que me permitía acudir a la Universidad por la tarde, no me enteré hasta el atardecer de lo que estaba ocurriendo en Chile en aquel mismo momento.

Todos esos años, al menos hasta 2001, el 11 de septiembre chileno ocupaba un lugar primordial en mi agenda de recuerdos del día. Incluso los tres o cuatro años en que viví a escasos metros del monumento a Rafael de Casanovas. Eso no impidió que estuviera en Sant Boi en 1976 y en el paseo de Gracia en 1977 y en muchas otras ocasiones hasta 1986 en que regresé a mi tierra natal. En 1977, con dos trozos de tela, blanco y rojo, cosidos en horizontal, y pidiendo a la vez la autonomía para Cantabria. El pasado martes publiqué en la única red social en la que tengo alguna actividad que, de haber seguido residiendo en Barcelona, me hubiera ido a la playa y no a la manifestación.

Con todo respeto, la reclamación de independencia me parece una huida hacia adelante por parte de lo que hasta ahora se conocía en Cataluña como nacionalismo moderado. Creo que entre los cientos de miles, quizá millones, que durante decenios reclamamos la más amplia autonomía para el viejo Principado, sería difícil encontrar una mayoría independentista. Es un fenómeno mucho más nuevo que seguramente tiene mucha relación con la crisis y con las maneras de gobernarla desde Madrid         (aunque no se hace de manera muy distinta desde Barcelona) y con la actividad reciente de los separadores, tradicionalmente más fuertes que los separatistas.

Y ahí hemos llegado. Ahora que el último estudio sociológico pone cifras a lo que se venía respirando desde hace meses –los ciudadanos cada vez soportan peor a sus políticos- por un lado, Esperanza Aguirre dimite – sólo deseo que no sea la enfermedad que ha padecido la componente principal de su decisión- y por otro, el nacionalismo catalán intenta desbordar al vasco. Bonito panorama para las próximas semanas, como si no tuviéramos ya bastante con todo lo demás.

Con casi una semana de retraso, y sin coincidir en nada desde el punto de vista autobiográfico, recuerdo a Víctor Jara “(…) Mi padre fue peón de hacienda y yo un revolucionario, mis hijos pusieron tiendas y mi nieto es funcionario (…)” En otro sentido, distinto al de Juan, me considero sin tierra. No se que va a ser de mi.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Por encima




Pese a que el verano sigue apretando en la parte de las temperaturas máximas, hay síntomas de cambio. El agua de nuestro mar que no es el Mare Nostrum, todavía muy practicable, ha perdido algún grado de los que seguramente no eran habituales, pero que este verano había conseguido. No le he escuchado a nadie, todavía, decir que el Cantábrico se ha calentado este año por encima de sus posibilidades. Pero como ya cabe casi todo, cualquier día nos lo soltarán.

La fiesta debió ser enorme, yo no asistí, no acostumbro a ir a las fiestas a las que no me invitan. Tampoco me habían pasado nunca la gorra para ayudar en los gastos de esas fiestas a las que no asistía. Ahora ha cambiado todo. Se lleva pagar a escote. La última línea de defensa se ha instalado en las pensiones. Pueden empezar ya las apuestas. Son demasiadas declaraciones sobre lo supuestamente intocables que resultan.

No nos engañemos. El día que recorten las pensiones más altas puede haber incluso aplausos. Nadie se acordará de los años de cotización o del importe de lo cotizado por quienes ahora las disfrutan. Con unas gotas de populismo y un toque de la caradura habitual, el presidente, la vicepresidenta o la Lola de la Mancha lo venderán con éxito de crítica y público. Y a callar.

Hoy mismo, día de muchas fiestas en España, - para mi, por parte de abuelo, es la Barquera- a menos de 48 horas de la visita a España de la canciller de Alemania le he escuchado en la radio a Josep Fontana, el historiador español, vivo, de más renombre universal, que vivimos la revolución de los ricos. Es el título de un libro de reciente aparición de dos economistas mejicanos. 

Si no fuera por la distancia abismal que les reconozco, me atrevería a enmendar al ilustre autor de la mejor contestación a la babionada del final de la historia de Francis Fukuyama. La revolución de los ricos es una contrarrevolución. La revolución, y la mayoría no nos habíamos enterado, era haber conseguido lo que teníamos.

Y hay que ponerse a ello ya. Niños y ancianos, señoras y militares sin graduación. El Cantábrico, y todos los mares de esta parte del mundo, se va a ir enfriando hasta marzo y se volverá a calentar después, pero lo nuestro no se va a arreglar si queda sólo en las manos de los que prometen ahora bajar los impuestos que habían prometido que no iban a subir. Es por y para todos y por tanto, una tarea de todos. Seguramente también de los partidos de la oposición, que sin estar desaparecidos del todo, varios días por semana no ejercen.

El titular podía haber sido über pero no le doy más importancia a la canciller Merkel. Menos mal que no se dedicó al teatro, ni a la química que parece que era su vocación original. Sólo en política se puede hacer así de mal y recibir aplausos.