lunes, 19 de marzo de 2012

El guión



Últimas horas del invierno. Hace 200 años también era así. En un rincón, Cádiz, de una Península Ibérica, casi completamente ocupada por el ejército de Napoleón, unos pocos patriotas aprobaban el nuevo modelo de organización política para España que llevaban casi dos años discutiendo. ¡Viva la Pepa! Ese viva a la constitución, una de las primeras en todo el planeta, tras la norteamericana y las francesas, le costó la vida y el exilio a muchos españoles.
Durante mucho tiempo me ha tocado explicar a estudiantes de bachillerato lo complicado de la situación en esos primeros momentos del tránsito desde el Antiguo Régimen a la nueva sociedad. El doble aspecto de la guerra de la Independencia, como guerra de liberación pero también guerra revolucionaria, que construyó un nuevo poder desde la base de las Juntas Locales, era una pregunta típica de examen. Y no tenía respuesta sencilla. Entre los antifranceses no todos eran constitucionalistas, lo que ayuda a explicar estos 200 años de nuestra Historia.
Pero tampoco los afrancesados eran un bando monolítico. Junto a los más lameculos de la familia real, aposentados con ellos en Bayona, estaban algunos tecnócratas, en lenguaje más actual, que creían de buena fe que España solo podía salir de su atraso secular con la presencia militar de Napoleón que iba imponiendo alguno de los avances de la gran revolución ocurrida en el país vecino.
Cuatro bandos. Hoy parece que tres no tienen herederos. ¡Qué bien! Sólo hemos necesitado 200 años para normalizarnos. Eso o el guionista de esta película ha enloquecido.  La mayor parte del siglo XIX transcurre en pasos adelante y atrás en el aspecto constitucional, y con muchos muertos por el camino y consolidando el atraso. Pero no nos ha sucedido nada mejor hasta 1975. Sólo considerando como democrática la constitución de Cánovas de 1876, que es admitir pulpo como animal de compañía, podríamos encontrar un cierto equilibrio entre periodos autoritarios y constitucionales en estos 200 años.
¿Y hoy todos nos reclamamos de lo mismo? Me gustaría creerlo, pero mi edad me lo impide. Y no se cierra todo en el marco de la denominada clase política ni en el aparato del estado. La sociedad civil ofrece numerosos ejemplos de estar en la misma y desgraciada onda. Desde la Federación española de fútbol, a punto de superar a famosos tiranos por la duración en el cargo de su presidente, eso si, debidamente refrendado cuando toca, a la Asociación de la prensa de Cantabria, donde ni siquiera ha habido refrendo durante años y en una situación actual que haría sonrojarse a los profesionales, pongamos, de Swazilandia. Si no se soluciona pronto el asunto, la C, de la APC, propongo que se traduzca por Calabria.
Sin olvidar a un yerno del rey, al anterior presidente de la CEOE, y  al lucero del alba. ¡Viva la Pepa!

No hay comentarios:

Publicar un comentario