viernes, 24 de abril de 2015
Berlín (1)
Hace 70 años, en los alrededores de la casa desde la que escribo, se desarrollaba el último acto del enorme drama que había supuesto la II Guerra Mundial. Eso en el escenario europeo. El próximo agosto, con el recuerdo de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, se rememorará lo mismo en el otro gran escenario de esa guerra, el Pacífico. Es una de las razones que me ha impulsado a venir.
Huérfano, viudo y jubilado, por este orden cronológico, la ocasión de pasar una temporada en la capital alemana era una oferta a lo Vito Corleone, no rechazable. Tuve un amigo que decía, “a mi edad los caprichos son urgencias”. El hace mucho que no está entre nosotros y yo tengo ya la edad en la que el decía eso.
De entre los recordatorios de la efeméride que he podido ver hasta ahora lo más interesante es un ciclo de cine que un centro cultural ha programado más cerca de la fecha oficial del final de la guerra. Ese 8 de mayo que es festivo en algunos países europeos. No tengo mayor interés por las celebraciones oficiales y sigo muy de lejos el contencioso entre Polonia y Rusia sobre ese asunto.
Ayer, en la clase de alemán en la que estoy matriculado para no ser estrictamente un guiri de turismo las 24 horas, que también es muy cansado, y el guión lo sugería de lejos al estudiar las instituciones alemanas, la profesora, la misma que el jueves anterior dio muestras de no creerse mi edad, nos preguntó de uno en uno por nuestras tendencias políticas. Algo difícil en España fue mi primer pensamiento. La rueda se inició en un lugar que me dejaba penúltimo a la hora de expresar la mía.
Comenzó un francés, que dentro de la juventud notable de todo el grupo excluyéndome a mi, debe ser el más maduro. Es normando y se gana la vida en Berlín poniendo copas, al menos hasta que su alemán mejore. Links, sin matices. A su lado una italiana más joven, con el mismo oficio temporal, también se inclinó por la sinistra. Una francesa muy joven se declaró poco interesada en política pero más cerca de la gauche. Y una argentina de ascendencia polaca … y una holandesa de 20 años… y llegó una coreana de 25 y preguntó abiertamente ¿qué es links?
Sin duda sabía que es una de las manos y pies y un sentido a la hora de girar, pero no lo relacionaba con la política de la que, por otro lado, se desmarcó más que nadie. Un jovencísimo tunecino que quiere acudir aquí a la Universidad también se confesó de la misma parte y yo ya no tuve ningún problema en situarme mucho más en esa parte que en la otra. Acabó la ronda un holandés de 22 años que fue el único que se confesó centrista. La profesora debe estar muy a gusto con este grupo, ella que tampoco tuvo empacho en confesarse muy cercana a die Linke…
El asunto es que yo andaba pensando, antes de venir, que cada vez me intereso menos, que el fraude que he sentido cuando se ha materializado la total división en la construcción de una alternativa que saneara la situación, en España y en Cantabria y en Santander, en este último caso, la ciudad en la que pago impuestos, muchos y cada vez más, y que tendrá de nuevo, y de regalo, una mayoría absoluta de quien tanto nos engaña… Todo ello puede merecer que a mi edad me dedique a otras cosas.
Incluso en el momento en que una versión mini de esa alternativa pudo fructificar, me sentí mal pensando que me había precipitado al decidir venirme aquí y “perderme” la campaña electoral… No aprendo y lo se. La tecnología actual hace que estemos demasiado en contacto a veces. Si quiero, mis dos o tres citas diarias con informativos de la radio, llegan hasta este borde de Mitte y Wedding mediante la red de redes. Hoy mismo he visto … no quiero recordarlo. Pero tiene que ver con el PSOE y su cabeza de lista en Meruelo.
De haber seguido en casa, me hubiera ocupado más de la desaparición de varios escritores. Xavier Vinader fue vecino de escalera en Barcelona, Eduardo Galeano, una referencia inolvidable. Günter Grass confieso que me llegó en primer lugar mediante la película. Después leí el tambor y el rodaballo, y algo más. Unidos en la muerte. Como Cervantes y Shakespeare.
Aquella película, aquel niño Oskar, y Dantzig o Gdansk… vista en el final del embarazo, en las últimas semanas de gestación del que iba a ser mi hijo, convendrán conmigo que se recuerda toda la vida. Distintas y brillantes. La vida de Brian y Kramer vs Kramer, una trilogía unida a ese momento.
Esta saga debe acabar por hoy pero una, entre tantas, anécdota. El viernes pasado, callejeando, en bici y sin querer, me encontré la casa de Bertolt Brecht. Hace casi seis años, en mi primera y única visita, me habían recomendado cenar allí y lo hice. A las once de la mañana no me fijé más que en lo que parecía una reunión de estudiosos. Volví al atardecer con la melancolía del recuerdo y por que en algún lugar había que cenar. Los sesudos de las once de la mañana seguían en su sitio diez horas más tarde. Allí ya no se cena pero en el local de al lado hay un mejicano simpatiquísimo. Tin Tan, mexikanische street food kultur. Tal cual y no tengo comisión. Chausseestrase, 124 (wird fortsetzen)
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