Hoy es la víspera del día en el que, hace 20 años, fumé por última vez. No recuerdo una dificultad especial. No más que las otras muchas veces en las que lo había intentado. Ya sé que mañana también es un aniversario mucho más conocido: Lo tengo presente hace mucho más de 20 años. Era también el cumpleaños de un buen amigo al que siempre felicitaba con los versos de Machado dedicados al 14 de abril: “Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros…” El cumpleaños nos daba bula a los amigos para celebrar el día sin complejos.
La anatomía del presidente
estadounidense me reafirma en lo orgulloso que me siento del titular de la semana pasada. Del culo al
corazón, el delincuente deja al mundo temblando. No sé quién puede tener tan
mal gusto, dentro de la especialidad de mal gusto que supone besar culos, para
hacerlo con el de Donald –como el
pato- Trump. Que un toque de
atención de los suyos –el dueño de X, por ejemplo- le haga recurrir a la bondad
de su corazón… resulta casi insuperable salvo por la falta de originalidad.
Aquí ha estado encarcelado otro delincuente de postín, que no ha terminado de
pagar sus delitos, y que ya nos dijo a todos aquello de “es el mercado, amigo”.
Díaz Ayuso escapa de algunas citas de su novio, recurre a tópicos algo desfasados y encuentra eco en nada menos que una autora del prestigio – plagiando- de Ana Rosa. Predicar ahora contra el comunismo chino no deja de ser un recurso inferior a la segunda división. ¿Comunismo? ¿Qué comunismo? Hace más de cuarenta años que allí condecoraron a uno que se había hecho millonario, lo cual se sitúa bastante fuera de la ortodoxia. Y lo que es más duro para IDA y para A.R, la página web del PP todavía exhibe la imagen que acompaña: Dolores de Cospedal en Pekín, estrechando lazos con… el partido comunista chino. Debe ser como mínimo la tercera vez que esa imagen aparece en este blog. Claro que lo insoportable es que Sánchez acuda a Pekín, en una coyuntura radicalmente diferente a la de hace doce años, y pese a quien pese, con el visto bueno de la Comisión europea. El PP debería recordar más a menudo que la batalla contra la vicepresidenta Ribera la perdieron y que queda toda una legislatura europea con ese puesto en manos de los socialistas españoles.
Nadie debe entender que he suavizado
mi repulsa al sistema chino. Su desprecio a los derechos humanos, sus registros
de penas capitales ejecutadas, sus precios dumping que dan coartada a los nuevos
apóstoles de los aranceles… Lo que ocurre es que hay quienes no utilizan la
misma medida para todos: Arabia, los Emiratos, la Alemania nazi, el Chile de Pinochet, la España franquista, Israel…
no son modelos a bendecir. La regla es muy sencilla si se quiere seguir siendo
buena gente. Siempre con las víctimas, sean del color que sean. Siempre contra
los verdugos, sean del color que sean.
Pensando en el contenido de esta entrada me aparece una foto que me recuerda que si hace 20 años dejé de fumar, hace diez del inicio de una estancia larga en Berlín, con curso de alemán incluido. Con las celebraciones del 70º aniversario del final de la guerra… además, estoy terminando “El síndrome 1933”, una recomendación que escuché en la radio a una librera de referencia como Paz Gil. Algunos detalles de los que reseña Ginzberg, pese a tener casi un siglo de antigüedad, resultan muy actuales. El papel de la prensa bunkerizada en la polarización y la cerrazón del KPD –el autor trabajó muchos años para L’Unitá, órgano del PCI- que ayudó al desprestigio de los socialistas y a inclinar a los conservadores hacia Hitler. Es una lectura muy recomendable para quienes se han saltado el calendario litúrgico y anuncian la resurrección de Podemos una semana antes de Pascua. Entre los primeros lectores de la crónica de la asamblea del viernes que opinaron sobre la misma en El País -28-, el resultado no puede ser más contundente 27 a 1 en contra de los zombies.
Sobre la desinformación y el amor
por las noticias falsas, la semana me ha regalado de la mano de la celebración
del día del libro por parte de la Biblioteca de la Universidad de Cantabria, la
película “El oficial y el espía” de Polanski. Me llega con cinco años de
retraso, pero resulta igual de válida. Además de en Dreyfus y Zola, centra
el protagonismo en Georges Picquard,
interpretado por Jean Dujardin, que
llegó a ministro de la República antes de fallecer en accidente en vísperas de
la Primera Guerra Mundial. No sé si toda la mochila que carga el director le ha
restado nota a la película, pero la incluyo entre las necesarias.
A pocos meses del centenario del
Tratado de Locarno y en una semana antiguamente tan piadosa, ruego por la
llegada de un nuevo pacto similar.
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