lunes, 10 de junio de 2019

Si un traidor puede más…


El aniversario del desembarco en Normandía, del que me ocupaba la semana pasada, ha tenido este año ecos que no recuerdo de ocasiones anteriores. Tratar de puntuar, tres cuartos de siglo después, con mejor nota a otra de las grandes batallas de la II Guerra Mundial, Stalingrado, que a la apertura de ese segundo frente, que de hecho era el tercero, no sé si puede tener algún interés en política actual, pero en el contexto de los hechos históricos objetivos, cuantificables, sin duda la respuesta es negativa.

Nadie debería poner en cuestión el papel relevante de la URSS en la derrota del nazismo. Que yo sepa nadie medianamente serio en el campo profesional de la Historia lo ha hecho. En cualquier estadística resalta el aporte en vidas humanas que los soviéticos pusieron en el asador de la guerra. Pero no entiendo qué objetivo tiene, 75 años más tarde, tratar de disminuir el papel de los EE.UU y su aporte material al triunfo final. Revisionistas de la Historia ya le colgaron al presidente Roosevelt el calificativo de “rojo” no solo por su política económica intervencionista en el interior,  también por la ayuda a Stalin para ganar la guerra o por las concesiones al zar rojo para la paz posterior.

La Historia lleva camino de convertirse en un deporte del que todos saben, como el fútbol o el tenis. Mi memoria alcanza al tiempo en que Santana empezaba a dar mucha guerra en el Open de Australia. Casi nadie por aquí sabía la razón por la que la puntuación en tenis es tan rara: 15, 30, 40…Claro que entonces la libra tenía 20 chelines y cada chelín 12 peniques o al contrario. Quién lo recuerda ahora. Yo me he apartado del asunto pero sospecho que el VAR es ahora gran tema en los bares.

El Tribunal Supremo de este reino también ha querido hacer su contribución a la disciplina académica y mostrando el pelo de la dehesa de muchos de sus miembros ha dictaminado que Franco era el Jefe del Estado en octubre de 1936. Seguramente no eran conscientes de la que estaban liando. O sí. Es gente de mucho estudio y sueldo generoso que pagamos entre todos. Tiempo habrán dedicado al asunto de la exhumación del traidor…Eso era el general que se rebeló contra su gobierno, pero lo hemos dicho poco. Hay que repetirlo.

Nadie recordará ya, tampoco, qué era Fedisa. El intento de Manuel Fraga de democratizar el franquismo pero poco. Lo que valió aquella chanza cantada de que la reforma era un aparato irreformable sin sabor ni al pescado ni a la carne (hay que risa tía Fedisa…) Pues aunque lo hayamos olvidado, se impuso la reforma frente a la ruptura, y hemos seguido caminando y llegado hasta aquí, y algunos se quedaron por el camino. Y ahora un eminente constitucionalista, Pérez Royo, parece que ha afirmado que la Constitución es irreformable en la práctica. Podría ser un generoso salvavidas para quienes nos dirigen y no han sido capaces de articular una mayoría social que, 40 años más tarde, puntuara algunas letras i.

Hoy mismo, a las afueras de Bayona, en Francia, me he encontrado la calle Julián Grimau. No sé cuántas poblaciones españolas tienen un rótulo similar. No he perdido la esperanza de que la semana próxima, con alcaldes frescos, alguna de esas cosas se conviertan en realidad. No hace falta que las calles recojan el nombre de las víctimas pero empieza a ser urgente, 80 años después, que dejen de alabar a los traidores.







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