lunes, 20 de agosto de 2018

Llegó Diego


Llegó en la tarde del sábado y llegó bien. No hay nada más importante en mi agenda que ayudar en sus cuidados. No puede ser de otro modo pero tampoco se anulan compromisos adquiridos anteriormente por un acontecimiento feliz. Se aplazan, se comparten de la manera que sea posible… Los compromisos de un jubilado tienen importancia. Nadie debería dudarlo. Son más nobles que los de los activos. No media relación económica en ellos.

Alguno de esos compromisos se relaciona con tareas de solidaridad, de ayuda hacia los que peores condiciones de vida tienen. Probablemente practico el denominado buenismo que, prodigios de la evolución del capitalismo, tiene ahora peor prensa que el malismo. De ahí no me voy a apear. Si preclaros dirigentes políticos acusan a algunos sectores de la población, o a alguno de sus colegas, de buenismo que expliquen desde que posición lo hacen. La mismísima agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, ha tenido que llamar la atención de nuestros partidos de la derecha parlamentaria para que se documenten, les ofrece su inestimable ayuda, antes de lanzar gasolina a la hoguera del racismo y la xenofobia.

Pero creo firmemente que el malismo no tiene un problema de falta de documentación, que también. El malismo es lo que indica su nombre. Hay pruebas locales, en el Ayuntamiento de Santander, irrefutables. Hay muchos malos y algunos, además, no son muy espabilados y se puede aplicar la variante del lenguaje inclusivo que proceda ya que también hay malas y no muy espabiladas. La que han liado unos y otra con el sistema de transporte público en esta ciudad, aunque no se lo crean, se estudiará dentro de poco en los post-grado de gestión pública de más de una universidad. Seis meses largos de caos para acabar en marcha atrás, eso sí, alcaldesa dixit, no por escuchar a la oposición ni a la plataforma ciudadana creada al efecto. Ella escucha en directo a la población ¿? Lo cual hace que pierda mucho más tiempo.

Sobre el tema de la xenofobia y el racismo quiero ser optimista. El pasado jueves asistí a una mesa redonda en el Palacio de la Magdalena. El título sorprendería al extraterrestre de guardia: Salvar vidas no es delito. Delito debería ser lo contrario y no siempre ocurre. Un representante de Amnistía Internacional y dos de otras tantas ONGs que rescatan náufragos en el Mediterráneo, Proem-Aid y Proactiva Open Arms, abordaron desde distintas perspectivas el tema de las migraciones y del derecho internacional. Solo tres intervenciones del público asistente al acto de la Universidad Internacional podrían ser calificadas de dudosas. Todas las demás, con pocos matices, contradecían el discurso de la nueva y no tan nueva ultraderecha europea.

También he visto durante la semana una carta al director en el DM (Vocento) en la que con la excusa del lenguaje inclusivo, tildado de bobería y tontada, creo que en el fondo mostraba malestar con las personas que llegan y son aspirantes al derecho de protección internacional. Claro que ese mismo día y en la misma sección, una señora reclamaba una playa nudista en el término municipal de la capital para no tener que desplazarse a alguna de las proximidades, donde esa costumbre tiene mayor tolerancia. Ese es el nudo de casi todo lo demás. La tolerancia y su contraria. Y tiene mucha relación con el último párrafo.

Mis profecías nunca han sido destacables y la semana pasada cerraba con la obligación de mirar hacia Barcelona en el aniversario de los atentados de las Ramblas y Cambrils. Quizá todo se ha ido a una escala mayor de la previsible. Si lo del 17 de agosto, con el significado que tenía y las víctimas por medio, ha merecido y merece el escaso respeto que hemos visto, los aniversarios, plurales, de septiembre y octubre (me) producen ya terror.


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