lunes, 27 de noviembre de 2017

Derechos de los humanos


El pasado viernes se cumplió un año de la firma del Acuerdo de Paz en Colombia. Todo el mundo sabe – o no, muchas veces hablamos de todo-el-mundo, y realmente nos dirigimos a una parte muy pequeña de ese mundo- que dicho acuerdo no ha tenido, al menos de momento, un efecto positivo sobre millones de ciudadanos de aquel país que continúa en guerra. Una más de las guerras no declaradas y no consideradas como tal. Las conversaciones se habían desarrollado en La Habana. También hace ahora un año de la muerte de Fidel Castro.

La población indígena o descendiente de africanos sufre en mayor medida las consecuencias de dicha guerra. También la semana pasada he tenido el privilegio de conocer y escuchar en directo a un colombiano, Gustavo Pedraza, que reside un año en España acogido a un programa que la sección española de Amnistía Internacional tiene establecido para situaciones de emergencia de defensores de derechos humanos en sus países de origen.

En este blog hay alguna referencia a otras activistas que han pasado por Santander durante ese año de estancia en España. Sus testimonios, vivos, frescos, causan una impresión difícil de olvidar entre quienes los podemos escuchar aquí. En un rincón del mundo que  a veces nos puede parecer un basurero lleno de corrupción y de intrigas políticas de diversa índole, pero que tiene muy poco que ver con el frente. No me resisto a emplear terminología bélica. Frente a lugares en los que, aquí sí, nadie duda que están en guerra, Siria, Yemen… Colombia sufre un conflicto armado de varios decenios y muy complejo. No son los A contra los B, que son los conflictos fáciles de entender.

En una charla en un Instituto de Secundaria de nuestra ciudad, acogida con un silencio asombroso por parte de alumnos de 15/16 años, Gustavo dio una cifra que me golpeó especialmente. El cálculo de ciudadanos colombianos desplazados internos a causa del conflicto supera los siete millones. Es la misma cifra que conozco y he manejado sobre el conflicto sirio. Es cierto que la población colombiana es superior a la siria y que en términos relativos no supone el mismo porcentaje, pero siguen siendo siete millones. Una cifra muy similar a la suma de nuestra comunidad autónoma y la madrileña.

Un conflicto en que las guerrillas, hay o había más de una, se han enfrentado al gobierno, pero donde además las bandas de paramilitares o los narcotraficantes, suponen a su vez ejércitos bien armados que imponen su ley en distintas partes del territorio. El enfrentamiento entre el anterior presidente, Uribe, y el actual, Santos, precoz premio Nobel de la Paz 2016, siendo el primero el máximo exponente de los contrarios al acuerdo, que además ganaron el referéndum convocado al efecto y en el que no participó más del 60% del electorado, puede ser considerado algo próximo al teatro.

Yo mismo había olvidado que Santos, en calidad de ministro de Uribe, no puede ser considerado inocente de las tropelías cometidas por el gobierno de éste. Pero es que además no ha cambiado mucho. El terror sigue imperando en muchas partes del país. Si Gustavo Pedraza está en España y ha visitado Santander es por haber tomado el relevo de las denuncias que había presentado su hermano Carlos Pedraza. Carlos fue asesinado en las cercanías de Bogotá, donde residía, en enero de 2015 y por el momento no hay una investigación real que pueda llegar a acusar a sus asesinos.

El hostigamiento sufrido por Gustavo ha hecho que sus abogados le recomienden salir del país. Es posible que su caso se enfríe mientras está aquí. O no. Tengo un dolor especial. Mi perfil en una red social me recuerda día a día que hace ahora siete años yo mismo estaba en Colombia. En esta última semana de noviembre caminando por la Sierra Nevada de Santa Marta. En las entradas de este blog de noviembre y diciembre de aquel año 2010 se cuentan algunas cosas de las que veía por allí.

No soy el más ciego. Conocía el conflicto colombiano pero ya hace siete años que no evalué con acierto su grado de crudeza. Me equivoqué entonces. Y ahora. Esa crudeza hace que Gustavo, y su madre, tengan refugio temporal en España. Ese país hermano sigue en guerra y no es fácil visualizar ese conflicto. Las razones de esa ceguera son muy variadas. Nuestros principales medios de comunicación no son ajenos. Al fin y al cabo un vecino de Colombia, Venezuela, da mejores portadas.



lunes, 20 de noviembre de 2017

El hijo pródigo [para Olivia (7)]

Hay una historia inmortal, querida nieta, que narra lo bien que se recibe al que nunca se ha interesado por lo común. La alegría que provoca que, finalmente, se acuerde de lo que se tenga que acordar y actúe en consecuencia. Puede parecer una manera de aplicar justicia un tanto peculiar. Tu abuelo no ha mantenido toda su vida la misma intensidad, es cierto, pero hace ahora cincuenta años que empezó una vía no muy fácil en aquel momento. Medio siglo. No me preguntes por el oro de Moscú. Sigo cotizando una parte de mis ingresos a diversas causas. Como siempre. Nunca me llegó un céntimo de origen confuso.

¿A dónde hemos llegado? ¿Seré parte de lo que unos llaman izquierda caviar, con evidente influencia francesa? O el algo más racial, izquierda de salón?. Me sigue pareciendo que hay bandas de desorientados que han equivocado una revuelta de pijos con alguna causa más noble, y siempre cuesta bajarse del burro. Aunque el aparente líder supremo de los pijos se morree con los nacionalistas flamencos más próximos a un autoritarismo difícil de encajar en cualquier causa progresista.

Quise escribir algo de esto el 19 de octubre. Se cumplían entonces 50 años de mi primera noche en un internado. Dos días antes mis padres habían viajado a Barcelona donde habían nacido dos sobrinas, casi a la vez, para eso siguen siendo mellizas… Me hice mayor de golpe. Mi primera maleta autónoma. Pero, y ya te lo contaremos, el 19 de octubre de muchos años más tarde también se grabó en nuestra historia familiar. Y ese día me fui con tu padre a un templo particular que tenemos, y comimos en el Filipinas de Comillas, que es un vivo recuerdo de infancia y acabamos con una divertida foto, en tu casa, en la que se te aprecian maneras de… ¿dirigente del futuro? Habrá que vigilarte de cerca.

No falta mucho para el puente de diciembre. En 1967 solo el 8 era festivo. Nadie sabía que el 6 acabaríamos celebrando algo relacionado con una Constitución. Ese día 8 yo viajé desde Alcalá a Madrid y de allí a Aranjuez. Frío polar. En pocas semanas un par de jesuitas- el reciente Concilio estaba transformando la orden de una manera vertiginosa- habían decidido que yo tenía madera para asistir a un congreso juvenil de alguna organización cristiana y obrera. Un embrión de lo que acabaría siendo un movimiento de inspiración maoísta... Eso decían al menos los que sabían más que yo. Me asusté. Solo tuve valor para abandonar el congreso y regresar a Alcalá después de comer.

Si decepcioné a los dos jesuitas lo disimularon muy bien. No había tardado más de seis semanas en enrollarme una vez que la tutela paterna se había quedado lejos. Fuimos muy deprisa. Frené. Acababan de matar a Ernesto Ché Guevara. Estaban a punto de liquidar a Martin Luther King y antes del final de curso, a Bob Kennedy, aunque ellos no lo sabían y la siguiente primavera, la del 68, no me cogió en Paris como a algún cantautor o a la mayoría de los dirigentes de la Transición, pero Madrid tampoco estuvo mal para un joven de provincias que nunca antes había visto una multicopista. También es verdad que aquellas navidades volví a Santander con varios ejemplares de la declaración universal de los derechos humanos, recogidos en la calle Cadarso, muy cerca de la estación del Norte. Maletas de ida y vuelta. Maletas-sede de posteriores conflictos.

Diez quinquenios, con diferentes intensidades, dan derecho a un respeto. Dan derecho a la vergüenza ajena cuando se ven y oyen muchas cosas. Dan derecho a algo muy sagrado: A la independencia de criterio. A coincidir, con quien sea y a discrepar de quien sea. Y sí, lo hemos hecho muy mal si hay que recordar esto casi a diario en el mundo de las redes sociales o de los comentarios en los medios digitales.

Yo tenía para esta entrada un apunte y dice Mugabe. Si alguien repasara este blog, que se acerca a las 90.000 lecturas –si no lo digo yo no lo dirá nadie- podría encontrar varias referencias al tirano de Zimbabwe, que un día fue libertador. Alguna de las últimas en relación con la declaración unilateral de independencia. No recuerdo que nadie, más que yo, haya relacionado a Puigdemont con Ian Smith. Ese si es un camino para ver a la izquierda. La del salón y la de la cocina. La de los dormitorios y la del cuarto de baño.

También se quedó con un asterisco en la última entrada la batalla final de los socialistas de Santander. El resultado ha sido tan claro que lo único que lamento personalmente es, otra vez, el tono de las declaraciones del candidato perdedor. No sé en qué parte de la casa de la izquierda está el PSOE. Salón, cocina, baño… pero sin sus electores y sin otros electores que se declaren simplemente demócratas, no necesariamente de izquierdas, no hay cambios posibles en España. Ni nueva Constitución ni reforma de la actual. Lo digo sin más autoridad que mis cinco quinquenios, querida nieta.



lunes, 13 de noviembre de 2017

La corrupción: Ese sector de actividad


Nunca me he sentido cercano a las teorías conspirativas que encuentran siempre un culpable para todo, aunque tenga que ver con el aleteo de una mariposa en otro hemisferio. Pero la situación de las últimas semanas/meses en España puede colocarse con mucha facilidad en algún segmento de esas teorías. Escucho en una emisora local a la abogada Pilar de la Hera decir que la corrupción es un sector de la actividad económica. Añado que, con cifras oficiales, tiene más importancia que el sector primario.

No creo que en ningún otro país, civilizado o no, un alto cargo de la investigación de la mayor trama corrupta que nos ha asolado, que quizá nos sigue asolando, afirme en el Parlamento que los indicios apuntan a que el presidente del gobierno y toda su banda han cobrado sobresueldos en dinero negro, opaco, oculto, y que ninguno de ellos dimita ni se sienta obligado a mejorar alguna explicación anterior. Añadiendo que su mayoría parlamentaria es la más precaria en cuarenta años.

Desconozco si han pactado con el segundo partido más corrupto de la Península Ibérica, el del ex presidente catalán, en situación legal confusa en Bélgica, para a través de sus declaraciones simbólicas aplicar la táctica del calamar a lo suyo, de ellos, de los unos y los otros. Mientras el tercer partido más corrupto de la misma península no se sabe si va, viene o regresa. De momento, en otra finta propia del momento, les han expulsado del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona. Aquí se aprestan a la batalla final (*)

Hay mucha boquita caliente, algunas de ellas pueden ser incluso boquitas pintadas como las de Puig, ojo que no hablo del nuevo manneken pis. Algunos de sus colegas, los que no hablan francés ni flamenco, han cantado auténticas arias inmortales la semana pasada, en el Supremo y en la Audiencia Nacional, con mejor suerte para unos, una, que para otros…el dislate jurídico-político de este final de año necesitaría un fortasec ejemplar que todavía no existe, el de un tratamiento para la diarrea mental.

Esa doble coartada que se dan los corruptos del centro con los de la esquina no es gratis para ninguno de los otros cuarenta y cinco millones. Nada va a ser igual, al menos para los que tenemos una edad. Hay cicatrices que toman su tiempo, que cuando repasas los alrededores, años más tarde, notas todavía un cierto acorchamiento. Amigos, familiares, que han abrazado la causa que te rechina y se regodean en ella y te bombardean con imágenes supuestamente heroicas… No. No va a ser fácil. Los miles de muertos en Yugoslavia, en Siria, en tantos otros lugares, tuvieron aperitivos más discretos.

Si todo va bien, si acabamos sin víctimas mortales, cómo pondremos cascabeles a los distintos gatos corruptos?. El empobrecimiento global de nuestra sociedad mientras algunos de sus dirigentes políticos dejaban pálidos a piratas históricos… cómo nos lo vamos a contar?  Valor, coraje, lo que hay que tener, no es fácil regalárselo a  ninguno de los líderes del proceso de la esquina, ni a los del partido corrupto del centro, ni a ningún otro.


He tardado en llegar hasta aquí, llevo años rozando esta cuestión que nunca me había acabado de creer plenamente. Hay algo entre el dolor y el escozor por el papel de algunos conocidos. No hablo de los amigos. Esos tienen otra bula, incluso cuando juzgamos que se equivocan. Simplemente conocidos. Que alguna vez coincidieron en una reunión, en una fiesta. Que ya eran/estaban o creían ser o estar de vuelta de casi todo, por encima de casi todo. Uno de ellos estuvo a punto de comprarnos nuestra última casa en Barcelona. Ex de una amiga. Padre de una chica algo más joven que mi hijo. O el hijo de otro compa, bueno entre buenos con fama de bueno, el padre. Que nos prestaba su despacho en un Escuela Universitaria para realizar nuestras reuniones clandestinas… y algunos más. Dolor, escozor. O ambos.

(*) Primarias locales en el PSC/PSOE. Previsiblemente encarnizadas en Santander. Continuará

miércoles, 8 de noviembre de 2017

El largo siglo XXI: Mi centenario de 1917

Esta entrada ha sido publicada ayer, día del aniversario, en www.elfaradio.com

“(…) El 6 de noviembre será demasiado pronto(…) el 8 de noviembre será demasiado tarde(…) Es el 7 cuando debemos actuar, esto es, el día de la apertura del Congreso(…)” John Reed, pone en boca de Lenin la anterior cita. Los diez días que conmovieron al mundo cumplen ahora su primer centenario. Me parece más fiable Reed, cronista que vive el momento, que reinterpretaciones históricas por muy ajustadas que sean y algunas lo son. Cristopher Hill o Edward H. Carr imprescindibles. El mismo Lenin o Trotsky aunque evidentemente más sesgados.

El otro imprescindible, Eric Hobsbawm, nacido precisamente en 1917, publicó en 1994 una de sus obras más notables, The age of extremes, a History of the World, 1914-1991  Mi nivel de inglés no era todavía el mejor que llegué a alcanzar, pero en el verano de 1995, en los alrededores de Boston, donde mi hijo iba a pasar el curso siguiente, me hice regalar esa obra. No pude esperar a la traducción española y mi compañera de vida se gastó 30 dólares en el obsequio, en una fecha muy importante para nosotros.

En la traducción española de algunos años más tarde figura el subtítulo: el corto siglo XX, por oposición al largo siglo XIX. Me gusta esa idea del autor judío británico. Los siglos, cuando se reconstruyen en la mesa del historiador, no tienen que durar obligatoriamente 100 años ni empezar el 1 de enero del año X. Probablemente a este siglo XXI nuestro le tenga que acompañar el calificativo de largo. Llevamos 10 años de más en la cuenta.

Cuando yo era estudiante en la facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, me impresionó el comentario de un profesor: En el primer centenario de la revolución francesa, entre los fastos de inauguración de la torre que se ha convertido desde entonces en el icono de Paris, no hubo, entre los partidos del orden republicano, quien se reclamara heredero de la gran revolución burguesa que había guillotinado a Luis XVI y a María Antonieta y a tantos otros. La herencia de 1789, un siglo más tarde, fue reclamada principalmente por sectores del movimiento obrero.

No he visto muchas reclamaciones sobre la herencia de la revolución de 1917. Yo puedo reclamar una parte, muy pequeña, individual. En dos ocasiones relativamente recientes he bromeado con la revolución soviética. Que la famosa revolución de octubre tenga que esperar hasta noviembre para celebrar el aniversario, es uno de los motivos de broma y dos Papas y sus distintos calendarios, los culpables del desencuentro. El Vaticano y esa revolución han tenido una relación muy difícil. En alguna medida el Vaticano de Wojtyla estuvo presente en la derrota final de la revolución, si es que la revolución fue derrotada en la etapa de Gorbachov. No es difícil encontrar defensores de la idea de que esa revolución fue derrotada casi en el momento de su nacimiento. Incluso antes. O muy poco después.

La otra broma ha sido muy reciente. El pasado mes de julio. En el centenario de aquellos hechos… 1917 tiene hechos muy sonados en febrero, en abril, en julio, en octubre y en todos los demás meses. La revolución en Rusia y la Gran Guerra propician todo eso que ha ido cumpliendo su primer centenario a lo largo de este año. Lo de julio de 1917 lo califiqué de gatillazo bolchevique. La idea me pareció explícita. En octubre la faena se remató con mejor suerte para los impacientes de julio.

Lo de octubre, aquí noviembre, fue más serio. No tengo demasiado interés en justificar o censurar lo ocurrido. El golpe de inicio, la guerra civil, la instauración de un nuevo sistema que lanzó en muy poco tiempo, en términos históricos, a uno de los países más atrasados de Europa a la categoría de gran potencia mundial… sus secuelas, desde el mismo momento de la guerra civil, nos afectaron a todos. Incluso a los que teníamos en aquel momento unos padres recién nacidos o aún sin nacer.

La exportación de la revolución, al menos el intento, convirtió muy pronto aquel novedoso fenómeno histórico en un problema, o una esperanza, de alcance planetario. La importancia histórica de esa exportación rivaliza con los decenios de régimen soviético en la extinta URSS. Como había sucedido antes y volvería a ocurrir más tarde, un primer resultado fue el fraccionamiento de lo que en aquel momento eran las formaciones políticas de mayor influencia entre los trabajadores en los países industrializados. El nacimiento de los partidos comunistas, como escisión, casi siempre minoritaria, de los partidos socialistas que ya habían abandonado posiciones revolucionarias, significó un debilitamiento de las causas populares que se defendieron peor ante el ascenso de los totalitarismos de signo fascista.

España fue escenario, en el marco de la guerra civil, del enfrentamiento más cruel de todo el periodo de entreguerras en Europa. La miopía de los gobiernos occidentales dejó la causa republicana abandonada a su suerte: La inoperancia de la no intervención posibilitó el intervencionismo nazi y fascista. Uno de los dramas históricos del siglo XX es no considerar la guerra civil española como un primer acto de la II Guerra Mundial. La alianza de los soviéticos y las democracias occidentales para derrotar a los fascismos no llegó a tiempo para España. Claro que fue después de la victoria franquista cuando Stalin y Hitler se entendieron para alguno de sus fines.

La resistencia interior al franquismo, tanto en una primera fase de lucha armada como después de la muerte de Stalin y del XX Congreso del PCUS, tuvo en los comunistas españoles su principal, y a veces único, soporte. La formulación del PCE después de 1956, reconciliación, unidad de fuerzas democráticas, huelga general política y pacífica… tuvo que esperar a la agonía del dictador, pero la presentación en Paris en el verano de 1974 de la Junta Democrática supuso una reválida de aquella política de casi 20 años.

No resulta fácil analizar procesos históricos en los que se ha participado. La subjetividad aparece de forma natural. Pero hay hoy en nuestro país, con el relato de la grave crisis iniciada hace casi diez años, con puntos de inflexión en el 15M o en el actual proceso soberanista catalán, un choque generacional en el análisis. No me importa reconocer que tardé en calibrar lo que podía suponer el 15M pero me ha enfadado mucho que un eurodiputado surgido de aquella movida diga que Sartorius es una momia del régimen del 78 o algo parecido.

Al margen de la falta de respeto personal, es intolerable en términos históricos. Sartorius tiene una parte de la herencia de 1917 mucho mayor que la mía. De las más importantes entre los españoles todavía vivos que se puedan reclamar herederos de aquello. No hace mucho tuve que recordar en una red social que un principio básico, de primero de estudios universitarios de la materia, o preuniversitarios, es que frente a un aforismo de enorme fortuna, la Historia, con mayúscula, no se repite y es imposible que lo haga y no hay que recurrir a lo de las aguas de los ríos, que nunca son las mismas. Las sociedades cambian, evolucionan o involucionan, pero nunca son las mismas.

Hace diez días, con la calentura catalana por medio, en un chat con mi hijo, visualicé alguna discrepancia metodológica, y empecé a ver la forma de este artículo. Según el aforismo ya citado, estaríamos como al final de los años 20 o al principio de los 30 del siglo pasado. Y ahí encontramos, entre las miles de diferencias que podría empezar a recitar como en letanía, la inexistencia ahora de la Unión Soviética y su influencia en millones de trabajadores en todo el mundo o la inexistencia ahora de los imperios coloniales…

La herencia de la que hablaba al principio me alcanzó personalmente de lleno. Durante diez años de los quince que pasé en Catalunya, mi vida estuvo marcada por una  militancia encuadrada en la herencia de aquella revolución. Muy crítica con su desarrollo después de 1956, Hungría; después de 1968, Checoslovaquia; después de 1979, Afganistán… pero en aquella herencia, en parte política, en parte cultural. 

Solo he encontrado una razón para justificar mi militancia en aquella organización política: Siempre me pareció la más efectiva contra la dictadura franquista. Creces, maduras, tienes sentimientos democráticos y te rodean situaciones de injusticia, de falta de libertades, te decides a combatir por lo que en el marco europeo se entendía como una normalización de las condiciones sociopolíticas y… un amigo te invita a entrar en el Partido. No hacía falta decir de cuál se trataba.  Lo piensas, vences el miedo y entras. Había otros, pero en la distancia, sin resquicios del sectarismo que alguna vez pudo existir, no se podían comparar, insisto, en influencia social y en efectividad en el combate contra la dictadura.

Y ahí estuve. Según alguien tan cercano a esa herencia como el diputado Alberto Garzón, engañado o traicionado por ese partido. El diputado Garzón seguro que estaba entre los listos de su clase. Se explica bien normalmente. Pero el combate por la libertad y la democracia, en un partido que no se había creído demasiado esas ideas, tuvo muchas contradicciones. La suma de todas ellas acabó con el propio partido. El partido al que se afilió Garzón, por pura cuestión de edad, era ya un zombi político ¿Cree sinceramente el diputado Garzón que él, o la formación por la que ha obtenido el acta, está menos domesticada, o es más útil a la mayoría, que el PCE/PSUC de 1977?

No tengo más amor por la Constitución del 78 que la de su significado histórico. Creo sinceramente que hay que renovarla profundamente, o hacer una nueva. Pero se necesita, al menos, el mismo consenso social que existió para la aprobación de aquella. Faltan trece meses para el cuarenta aniversario de aquel 6 de diciembre. La elaboración de aquella Constitución no llevó mucho más tiempo y veníamos de donde ya se sabe. Voté sí. Con una pegatina de mi partido en la solapa que decía “No a la pena de muerte, sí a la Constitución” Desconozco si la República Popular China se sigue reclamando parte de la herencia de 1917. En lo tocante a la pena de muerte lleva milenios de retraso y miles de ejecuciones de más con respecto a nuestra Constitución.

Del mismo modo que nadie tira un abrigo si no tiene otro para usar en el invierno siguiente, es muy difícil intentar cargarse la Constitución vigente si no hay una mayoría social que opte a, y unos representantes políticos que  consigan, otra mejor. La posibilidad de una revolución para cambiar el sistema no creo que esté en ningún programa electoral en este siglo. Y al final lo de 1917 acabó bien. Al menos en Finlandia que ahora celebra el centenario de su independencia.