lunes, 9 de enero de 2017

Empezar, renacer


Un nuevo año, a cierta edad, puede empezar a pesar más de lo habitual. No lo aprecio así y me siento encantado. ¿Qué hace un jubilado, después de alguna tarea doméstica, el día en que en su entorno la gente querida se ha puesto los patines desde primerísima hora de la mañana? Yo, amarrarme también a mi rutina. Cualquier día contabilizaré los estrenos en lunes en este blog pero creo que son mayoría muy amplia.

Hay imágenes de una ola de frío muy notable barriendo lugares de Europa en los que el frío suele ser bastante liviano. Grecia, el sur de Italia… Aquí mismo, después de la mayor parte de diciembre muy templada, hoy me ha parecido ver una mimosa en flor, llevamos casi dos semanas sin ver una nube pero con temperaturas muy por debajo de las habituales. Y empieza uno con sus manías, ¿o no son manías? Las tiendas de campaña de algún campo de refugiados con un palmo de nieve encima, ¿invitan a alguna reflexión?  

Es uno más de los divorcios que se dan entre la gente común y las instituciones que emanan de la soberanía popular. Entre esos aspirantes a refugio, que sobreviven ahora en tiendas de campaña en unas condiciones meteorológicas tremendas, están los miles que España se había comprometido a reasentar hace un año y medio. A escala menor, por local, aunque desgraciadamente en este tema lo local es también global, hoy no se ha celebrado un juicio señalado hace semanas.

Los servicios sociales de esta comunidad autónoma, desgraciadamente parece que no hay diferencias sustanciales con las otras 16, se han visto de nuevo desautorizados. La abogacía del estado ha renunciado a participar en un juicio para la expulsión de un menor extranjero por saber de antemano que es una causa perdida. Los servicios sociales de Cantabria mantienen un cierto empecinamiento demasiadas veces y olvidan  que alguna materia con la que trabajan es la más delicada del mundo: Seres humanos menores de edad.

De ese mismo terreno que tanto me ocupa y me preocupa, también llegan buenas noticias. Los fondos obtenidos en la carrera del 18 de septiembre en esta ciudad tan tranquila y habitualmente tan templada, traducidos a ayuda humanitaria, han llegado a su destino en el interior de Siria. En un campo de refugiados en la provincia de Idlib, próxima a Alepo, hay niños con camisetas de Santander corre por Siria. No pongo fotos hasta que alguien más autorizado las publique. Pero existen y las he visto.


Voy a poner una mía. Como regalo del año nuevo. He tenido la fortuna de hacer el tránsito del 16 al 17 en un lugar tan cercano como lejano. Un lugar con buena parte del  pasado común y con una realidad actual muy diferente. Un lugar en el que la mayor sorpresa me la ha dado un joven comerciante, lo suyo es vender, cuando ha calificado a la religión mayoritaria a este lado del Estrecho, como la religión del dinero. Yo, que no soy el más religioso de mi familia ni de mi comunidad de vecinos, me he sorprendido. La región más septentrional de Marruecos pasa por ser un baluarte del Islam más fundamentalista y hay algún rasgo en las vestimentas de muchos jóvenes que podría ir en esa línea, pero el pié que le he puesto a esa foto en una red social dice: Mirando la sima sociopolítica mayor del planeta: El estrecho. Y creo que es mayor que la cultural y religiosa. Solo nos queda imitar a la naturaleza, voy a volver a una esquina cerca de casa para certificar que la mimosa ha renacido. Puede ser foto para el próximo lunes.


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