martes, 27 de diciembre de 2016

2017





En lo personal y familiar el año que se cierra ha sido más que positivo. Ha nacido Olivia, mi primera nieta, y he dejado de estar en la soledad en que la vida me había colocado en 2008. De otras cosas he ido dando cuenta más o menos semanalmente. Nos espera un 2017 con centenarios tremendos. Menos mal que no es bisiesto.

En febrero, poco después de que Trump se convierta en presidente, y en abril y en julio y ..., a veces con los saltos de mes que procura la traducción del calendario gregoriano al juliano, se va a recordar, quién sabe de qué manera, el primer centenario de la revolución rusa, la revolución de octubre que sucedió en noviembre. 

En conexión con esos procesos y con una agresiva política naval alemana, se da la entrada en la Gran Guerra de los Estados Unidos, abril, que fue cambiando el curso de la misma hasta la derrota final de los Imperios centrales en noviembre del 18.

La víspera de San Fermín en Aqaba, Jordania, es posible que celebren el centenario de la derrota turca. Jerusalén, Damasco, Alepo, son cuentas de ese mismo rosario... Ese es el marco de la declaración Balfour que abrió un conflicto sin cerrar a día de hoy, al propiciar la creación en la zona de un estado hebreo. 

En lo cercano y con Catalunya/Cataluña en primer plano, también tenemos el centenario de nuestra crisis de 1917. ¿Qué mejor momento para intentar solucionarla de una vez?

Y a todos/as quienes leáis esto os deseo lo mejor en ese año que ya está a la vista: Feliz Año Nuevo/ Feliç Any Nou/ Feliz Ani Novo/ Urte Berri On / Bonne Année 2017 Ein glückliches neu Jahr / Gott nytt ar/ Happy New Year

lunes, 19 de diciembre de 2016

Alepo y las campanas

En Alepo no preguntan por quién doblan las campanas, allí saben que doblan por todos. Tengo alguna rareza que me ha hecho estar especialmente sensible con la guerra de Siria. Lo reconozco. Ojalá fuera el único conflicto en el planeta, pero hay muchos más. Ocuparse de todos por igual seguramente es lo más justo. Pero por igual, puede significar no hacer nada por ninguno y ahí no me van a encontrar.

Algún activismo social, básicamente antibelicista, se está volviendo muy peligroso. Las redes sociales, tan importantes en la vida actual, también se convierten en armas. Participo desde principios de este año en un grupo ciudadano que soporta muy mal el incumplimiento de la legalidad internacional en lo referente a los solicitantes de asilo.

No es difícil, entre gente de mi edad y mayores, conocer casos de personas que entre 1936 y 1939 abandonaron nuestro país en guerra y encontraron refugio mejor o peor al norte de los Pirineos. La semana próxima se cumple el 80 aniversario del peor bombardeo que castigó nuestra ciudad en aquella guerra civil. No sé hasta qué punto lo he recordado en las acciones que hemos protagonizado en febrero, en mayo, en junio, en los preparativos de la carrera que se celebró el 18 de septiembre y que recaudó casi 10.000€ netos que la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio ha convertido en ayuda humanitaria que introducen en el interior de Siria.

A la dañina desinformación que acompaña todos los conflictos modernos se está uniendo en este caso un activismo que se parece mucho al maniqueísmo. Cuesta admitir que haya bombas buenas. Las bombas son buenas si matan mucho. Son mejores si matan mucho más. Hay un reflejo obsoleto en una parte reducida del pensamiento que para entendernos deberíamos definir como progresista –me niego a emplear el término izquierdas en este caso- que asimila la Rusia actual con aquella madre patria soviética de los viejos comunistas.

Hay que tener la visión muy poco calibrada para disculpar la política de Putin en Siria mientras se carga contra todos los demás, incluyendo a quienes ni opinamos sobre el conflicto, pero queremos proteger a las víctimas. He visto el término invasión entre comillas para referirse a lo ocurrido en Afganistán en 1979. El negacionismo ha llegado a las filas de ¿? No sé cómo etiquetarlos en estos momentos.

Desde principios de los 80 se habló del activo papel que jugaba la embajada soviética en Madrid a la hora de alentar el conflicto interno en el seno del comunismo español. Esa casi guerra civil, en términos coloquiales, al menos en Catalunya, se libraba  entre afganos y euros. Partidarios de los viejos tiempos y disculpar la política exterior de la URSS, incluso cuando firmaba pactos de no agresión con los nazis, frente a renovadores que creían más o menos en la posibilidad de adaptar la vieja teoría al mundo real de aquel momento en occidente. El barco se hundió.

Hay un peligro real de paranoia. ¿Y si ese recién incorporado al grupo de trabajo ciudadano trabaja-para-la-CIA? ¿Para Putin? También es muy perverso el operativo de  otra red de sentido inverso. Circulan bulos sobre lo que reciben los refugiados que, francamente, dan ganas de pedir que te bombardeen tu casa y que muera parte de la familia mientras buscas refugio. El maná espera al final. Parece de locos pero ocurre.

Hace ya casi doce meses pronostiqué que me venía buen año en lo personal y familiar y ha sido mucho mejor de lo que me atreví a aventurar. Eso lo voy a dejar para la próxima entrada. El solsticio y el nuevo año están en la puerta, pero no me apartan de la próxima acción solidaria con los que no les ha ido tan bien como a mí. El viernes, en Farolas, entre Correos y el Hotel Bahía, en pleno anillo cultural, voy a repartir tarjetas de Pásalo para que pasen. Si alguno de los que creen que lo de Afganistán en 1979 no fue una invasión quiere pasarse por allí, podemos hablarlo. También esos que creen que los solicitantes de asilo viven mejor que los nacionales tienen su oportunidad. El espíritu navideño ha empezado a estrangularme. Vamos que nos vamos.




lunes, 12 de diciembre de 2016

Credibilidad [Para Olivia (2)]

Ayer domingo, rematando una semana muy extraña de festivos y laborables alternos de manera milimétrica, no madrugué demasiado. Un programa radiofónico del que soy seguidor bastante regular, se me escapó en buena parte. El conductor del programa entrevistaba al jefe, que parece que presenta un nuevo libro.

El jefe es muy poderoso, por eso es el jefe, pero es muy poderoso también fuera de su empresa. Es un jefe que pone y quita gobiernos, o influye de manera determinante para que eso ocurra. El jefe también es académico de la lengua y se permite ironizar sobre la calidad de la ortografía de alguno que en tiempo pasado ha sido colaborador en alguna de sus empresas.

Si el despido o cese de colaboración tiene origen ortográfico, muy probablemente debería haber ocurrido con anterioridad. No es fácil empeorar la ortografía. Es mucho  más fácil no haberla tenido buena nunca. Yo mismo, que tengo más de trescientas entradas a escrutinio aquí mismo, no me fío de alguna de mis tildes, presentes o ausentes. Pero no es que haya empezado a no fiarme la semana pasada. Al contrario, trato de hacerlo mejor cada semana, con más cuidado. Ahora que no hay revisión de textos, a mi me informan semanalmente de las diacríticas que me he zampado. Me extraña mucho que un colaborador de PRISA, con firma medianamente reconocida, haya recorrido el camino contrario hasta hacerse despedir.

Creo que el jefe del que hablamos, Juan Luis Cebrián, es un tipo muy poderoso que se permite demasiadas licencias. Hoy mismo, a primera hora, en otro programa de radio del que no solo soy seguidor habitual, me pueden considerar devoto, me entero que JLC ha intervenido ayer en el programa de televisión que seguramente lidera la audiencia a esa hora.

No sé si fue solo a hablar de su libro o de alguna otra cuestión. Cada vez veo menos la televisión y no creo que me hubiera quedado a ver a JLC ni aunque hubiera sabido que intervenía con un entrevistador en principio menos fácil que el que había tenido por la mañana. Me gusta el periodismo de Javier del Pino. Me gusta algo menos el de Jordi Évole. Me gusta cualquier periodismo libre. Lo que ocurre es que el periodismo, que debería entenderse como libre sin añadir más, es una profesión más peligrosa que la de guarda de seguridad.

Cebrián se permite hablar del cuarto poder en un programa de su emisora como si no hubieran pasado los últimos cinco años. Como si firmas de mucha altura no hubieran roto con él o él con ellas y en algunos casos no se hubieran aireado algunos trapos poco limpios. El de su salario millonario mientras la empresa se desangraba financieramente ha debido volver a salir ayer en el programa televisivo. Cebrián, y sus medios, tienen un problema de credibilidad. No son los únicos. Sin credibilidad, una empresa periodística se convierte en una capilla y sus productos en hojas parroquiales, con todo respeto para esas hojas que no suelen tener como finalidad ganar dinero.

Pero hay seres tan aborrecibles como los cebrianesComisarios políticos por todas partes, en gobiernos y empresas públicas, cargos de libre designación, de confianza, dedicados en cuerpo y alma a la caza de brujas. También en algunas empresas tradicionalmente privilegiadas, los hombres - no suelen ser mujeres- de negocios siguen con el viejo tic de llamar a periodistas para coaccionar, con los argumentos a su alcance en cada caso. 

Prestigiosos reporteros de guerra han aseverado que el periodismo local es muy peligroso, más peligroso que los kalashnikov y las minas anti-personales. Todo esto sucede aquí, en Cantabria, y como nuestro buen tiempo invernal, no hay que pasar la cordillera ni cambiar de continente para encontrarlo.  Pero de esto, querida nieta, te hablará tu padre mejor que yo. Él sigue siendo periodista. Sin añadidos.






lunes, 5 de diciembre de 2016

Votar en diciembre

El disgusto del primer ministro italiano, Renzi, tiene mucha lectura histórica en España. Hay votaciones cargadas por/de fuerzas malignas. Todavía iba yo al Instituto cuando por primera vez vi un panfleto. Estaba tirado en la calle y mojado. Llovió mucho aquel otoño.  Llamaba a abstenerse en un referéndum. Era noviembre o diciembre de 1966 y el franquismo trataba de dotarse de un maquillaje que le permitiera sentarse a la mesa europea. Quien tenía plaza en la mesa del Consejo de Ministros de Franco era el presidente-fundador del Partido Popular y, se decía, estaba refrescando la dictadura.

Evidentemente, la Ley Orgánica del Estado se aprobó por una mayoría que más tarde se ha llamado a la búlgara, estableciendo parentescos entre sistemas totalitarios de signo contrario. Exactamente diez años más tarde,  los españoles y, esta vez las españolas, sin reparos de estado civil - en el franquismo votaban solo las mujeres casadas- fueron de nuevo llamados/as a votar. La ley para la Reforma Política que abrió paso al sistema actual sin enterrar completamente la dictadura, también se votó en diciembre.

La oposición democrática, con muchos más medios que en 1966, también llamó a la abstención. El resultado no fue a la búlgara pero demostró que esa oposición democrática tenía un apoyo popular limitado. Cuarenta años después del golpe militar que dio paso a la Guerra Civil y a la dictadura, las consecuencias sociológicas se empezaban a notar. Mucho. Creo que todavía se notan.

Dos años más tarde, 1978, nos volvieron a llamar a votar otra vez en diciembre. Las condiciones eran diferentes. En junio de 1977 había habido un proceso electoral más o menos homologable. Se refrendó la Constitución que todavía está en vigor. La mayoría de lo que había sido la oposición democrática al franquismo llamó esta vez a votar favorablemente, aunque un par de meses más tarde la UCD volvió a sacar una mayoría suficiente para gobernar. Fueron asuntos internos los que llevaron a la dimisión de Suárez y ya después, en octubre de 1982, se produjo la alternancia.

Mucho más cerca, el año pasado, también votamos en diciembre. Los resultados favorables a una alternativa al PP no fueron tenidos en cuenta ni por el PSOE ni por Podemos. El dirigente supremo de este último se alegra del resultado de ayer en Italia, ¿? Yo ya he renunciado a interpretar a Pablo Iglesias II. En mi pueblo estaría situado entre aquellos tan listos, tan listos, que se dice de ellos que se han pasado (de listos)

Ah! también es diciembre en Austria. Y estamos tan contentos que los mercados bursátiles no se han desplomado pese a lo de Italia. El candidato de extrema derecha solo ha obtenido el 46% de los votos, el mismo candidato que ganó la primera vuelta en abril y que forzó una tercera oportunidad al perder en julio. Uffffff