lunes, 18 de julio de 2016

4 veintes

Es la manera de decir 80 en francés. En alguna otra lengua se dice muy parecido. En la que se habla aquí al lado, por el este. Ochenta años hace del mayor desastre de nuestra historia contemporánea. Si me hubiera pillado el cuerpo más triste, este aniversario me haría decir que no hemos aprendido mucho. Pero no es así. Tengo cuerpo alegre. De dos semanas fuera de casa. Visita tradicional a Pirineos y bici y encuentro con amigos junto al Mediterráneo. Haciendo vida de nuevo. Que no es vida nueva. Es vida.

No es momento de recordar que ya no hay ciudades peligrosas. Todas lo son ahora. La geografía del horror/terror hace tiempo que saltó límites socioeconómicos. Nueva York y Madrid. Londres y París. Bruselas y Niza se juntan a todas las otras a las que hacíamos menos caso: Mogadiscio, Dacca, Lahore, Karachi, Estambul, Bagdad…

Hubo algún momento, hace alrededor de 20 años, en que compañeros de trabajo entendían muy mal la facilidad con la que mi familia viajaba al País Vasco, donde vivía media familia. Ellos no iban nunca. Era peligroso. Hace 80 años la mayoría de ciudades españolas se hicieron muy peligrosas. Francotiradores y bombardeos sembraron la muerte durante tres años. Después vino una prórroga de quince. El sábado me detuve en el hito conmemorativo que junto al fracasado Forum de Barcelona recuerda a los fusilados del Camp de la Bota. Ciriego, la Almudena… tantos otros, es otra geografía del horror. Con menos literatura todavía que la que se dedica a Buchenwald o Mauthausen.

Recobrada la normalidad casera escucho la radio por la mañana, lo que no he hecho en dos semanas. Un daño colateral del intento de golpe o lo que haya ocurrido en Turquía: El ejército del dictador El Assad ha emprendido una nueva ofensiva sobre los barrios de Aleppo que todavía intentan resistir. Como en Sevilla o Zaragoza hace 80 años. Siria en nuestra impotencia. Como España en el 36 de 1900.

Parece que sigue siendo ministro del Interior en funciones el director del último recuento electoral. También parece que no está en la cárcel uno de los mayores delincuentes de la historia reciente, Rodrigo Rato. Y también parece que la ruleta empieza a girar de nuevo y que esta semana volveremos a tener constituidas las cámaras de la representación popular. A ver si hay más suerte que la última vez.

Finalmente, me ha parecido escuchar que el anterior presidente del gobierno, Rodríguez Zapatero, apadrina una iniciativa para modificar la ley de memoria histórica. La que él posibilitó. Ha demostrado con claridad sus insuficiencias, su mojigatería. Todavía se le puede decir a un taxista en esta ciudad que te lleve a la calle Alonso Vega o General Dávila. No debe haber muchas ciudades en el mundo que homenajeen a sus verdugos. Ochenta años después.


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